miércoles, 28 de agosto de 2013

Corazón de gigante


Siempre creí que la vida era sencilla, la verdad, es que nunca me costó mucho obtener las cosas que quería, me gustaba de sobremanera la simplicidad y el automatismo. Fueron años en los que jamás cuestioné mi armoniosa forma de vivir, ni mucho menos la de mi familia. La crianza era buena, lo sé porque aún sigo teniendo los mismos valores pero expresados de otra forma (de eso no me puedo quejar),  muchos problemas no tenía, me gustaba la realidad y la manera en como vivíamos  y me conformaba con aquello. Jamás discutí ni me queje por nada, para muchos esto podría resumirse como una vida tranquila, sin mayores problemas, prácticamente una utopía, la serenidad que muchos desearían poder tener,  para mí, fueron los años más muertos y aburridos de mi vida, los años titulados por mí misma, de “inteligencia dormida”.
Se apareció de la nada, se autodenominada el rey de los gatos, sus amigos le decían el loco, yo pensé que era un tipo cualquiera por su aspecto, pero a medida que pasaron los minutos me di cuenta que era el loco más loco que había conocido, hablaba de política sin miedo, de sueños, de ideales, de un mundo mejor, cosas que para mí solo eran una tontería, una pérdida de tiempo, el típico discurso de un “resentido social”. La frase que nunca olvidaré, y fue con la cual terminó su largo discurso de presentación fue “yo vine a cambiar este mundo”, en ese momento pensé que este tipo realmente peinaba la muñeca.
Es insulso pensar que el día de hoy soy yo la que lloró más que nadie su ausencia.
“Rey gato” o “el loco”, da lo mismo como quieran llamarle, me conquisto poco a poco, de una manera sutil y distinta, al comienzo no tome mucho en serio nuestras salidas, él y yo éramos tan diferentes que jamás creí que llegaríamos a alguna parte con nuestros encuentros semanales, hoy lo recuerdo como el mejor amante que pude haber tenido alguna vez, mi mejor amigo, mi compañero…
“El loco” era un hombre absolutamente distinto al resto de los mortales, por eso él siempre supo que venía a este mundo para cambiarlo, jamás pensé que aquello le costaría la vida…
Recuerdo muy bien cada una de nuestras conversaciones, poco a poco a medida que pasaba el tiempo agarraba más confianza conmigo, hasta el punto de convertirme en su cómplice y aliada.  Me apasionaba escucharlo, me gustaba su manera de expresarse, la forma en como movía sus manos, la pasión que tenía por cada uno de  sus ideales y convicciones, los cuales ahora también son míos. Siempre después de nuestras largas pláticas, en las cuales siempre concluíamos que el sistema era una mierda y que algún día viviríamos en mundo mejor, nos mirábamos extasiados y con la lengua cansada de tanto hablar, pero no cansada para utilizarla en nuestros juegos de amor que consistían en  besar hasta el rincón más profundo de nuestros cuerpos.
Así lo recuerdo. Todos los días.
Fue el 15 de agosto cuando lo vi por última vez, ya era la décimo novena marcha consecutiva del año convocada por los estudiantes, siempre me dijo que la lucha estaba en las calles y en el corazón de cada persona, y que la libertad se hallaba en las mentes que eran consientes de la  realidad tan charcha en la que vivíamos.
Yo lo perdí de vista cuando los pacos tiraron lacrimógenas en el sector donde nos encontrábamos, los que lo vieron de pie por última vez, dicen que un paco de civil le pego un piedrazo en la cabeza y se escabullo entre la multitud de gente que corría arrancando de los gases.
Cuando supe lo que había pasado, el loco ya se encontraba en el hospital, la noticia conmovió al país, un joven había sufrido graves lesiones a manos de fuerzas especiales, su estado de salud era grave.
Siempre recordaré cuando una vez me dijo “para que se generen grandes  cambios en el mundo y en las grandes revoluciones ha corrido sangre, yo estoy dispuesto a dejar mi vida por mis ideales y por el mundo”.
“El loco” falleció al tercer día de lo acontecido, su muerte resonó tan fuerte en el gobierno que se vieron en la necesidad de otorgar respuesta a las demandas exigidas hace ya más de 5 años, el como muchos otros jóvenes fueron capaces de hacer ver al mundo la realidad con otros ojos, a mí me consta, porque mi mundo y el de muchos otros si cambió gracias a él.
Aún tengo guardada la carta que me dejó, la he cuidado como hueso santo, la puso dentro de una botella que decía “rompa en caso de emergencia”, leeré una parte de ella que dice así: “dicen que el que no se arriesga, no cruza el rio, yo durante mi vida siempre he preferido asumir los riesgos, creo que firmemente que el que no se atreve nunca podrá ser feliz, la vida no consiste en vivir opacados y tranquilos sin ser capaces de hacer nada por nosotros mismos ni por los demás, el que afronta sus sueños puede vencer, el que abandona sin siquiera proyectar, será vencido, aventurémonos y afrontemos todos nuestros ideales sin importar el resultado, solo el que da todo de sí mismo obtendrá la victoria completa, eso es lo que yo hice contigo, y lo que hago en cada una de las cosas que proyecto en mi vida, te amo y nunca olvides, el que no arriesga, no gana. Rey”.









Alexa Jijón

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