lunes, 7 de noviembre de 2011

carta a los cabros del fuerte gimpert

Nosotros que un día salimos del bosque, nosotros que una mañana nos alejamos de la manada, nosotros nunca suficientes, pero los necesarios, los que no supimos cuando quedarnos callados, cuando cerrar el hocico, cuando cerrar los ojos.

Nosotros pasamos por aquí, una casa en este pueblo; pasamos por aquí sin casi darnos cuenta, llevábamos las manos en los bolsillos de los pantalones; recuerdo que era de mañana y teníamos la vista pegada al suelo. Seguíamos la huella de un perro o de un pájaro, un animal al fin y al cabo. ¿Te acuerdas cuándo te decían que la libertad era el pájaro ese que volaba más alto? Me imagino ahora a esos soldados que disparan al aire en los funerales de los generales, y alegan que no le disparan a nadie. Un General que moría protegido por soldados, sin haber pisado jamás la cárcel. Todo el camino que hicimos desde la montaña hasta acá estaba tapizado de pájaros muertos.

Pero de chicos nos enseñaron que hay cosas que nadie va a matar nunca, al menos lo que ha sonreído siempre, como esos perros cafés que seguimos desde tarde en la noche hasta esta mañana, esos pájaros de todas las formas y tamaños que hacen sus nidos en los hospitales y los cementerios, esos gatos que se duermen sobre los libros y los cuadernos. Si, la esperanza y la porfía también tienen forma de animales.

Nosotros, por aquí nomás, por aquí pasamos, entramos en esta casa como si nos lanzáramos a un pozo, y se nos pusieron las manos negras, se nos ensuciaron los pantalones y nada nos diferenciaba de las cosas que uno escucha cuando duerme. Nosotros, que avanzamos de noche y soñamos de día.

Hablábamos con las murallas, de mundos que la tele y la publicidad aún no han invadido. Nos cubríamos la cara con ropa vieja para poder mirarnos a los ojos. Que fuerza nos daba darnos cuenta que teníamos la misma mirada.

Que vacías son estas piezas sin ustedes, cabros, que grande es esta casa, grande como este país del que también nos han sacado.

Nosotros, que heredamos tanta pena y tanta derrota, y vamos por ahí con esos desaparecidos de la historia a nuestros hombros, pasamos por aquí, por aquí nomas una mañana, seguidos de cerca siempre por la policía y por ese otro ejército; nuestro ejército, tan desordenado, grande y lejano como un disparo en la noche, de abuelos que se resisten a morir, de gente que por un momento deja de trabajar y se baja de la máquina, de niños terribles de acción inmediata, a veces sin pensar, que dicen revolución y libertad por primera vez en su vida.

Y por nosotros, que aquí habíamos hecho un pequeño fuego, en este patio de nadie, que sumados a otras fogatas iluminarán esta larga noche en la que rehusamos dormir.

valapraíso, 17 de octubre, 2011

el yon.

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